domingo, 29 de agosto de 2010

Marcha en Washington para "volver a dirigirse a Dios"

Una mezcla de religión, conservadurismo social y política hacen un cóctel difícil de ver en Occidente. Pero en Estados Unidos este cóctel es muy común y hoy en día se muestra en el "Tea Party", el grupo más derechista del Partido Repúblicano.

El sábado 28 de agosto se llevó a cabo en Washington una multitudinaria marcha en la que el fenómeno mediático de la ultraderecha estadounidense, el presentador de Fox News Glenn Beck, y la excandidata a vicepresidenta Sarah Palin fueron los principales oradores.

"Algo que va más allá de nuestra imaginación" se está materializando ahora, dijo Glenn Beck, organizador de la convocatoria. La multitud acudió a su llamada. "Estados Unidos comienza hoy a volver a dirigirse a Dios". La respuesta fue un fervoroso aplauso. Cuando Beck se coloca delante de la cámara del canal conservador estadounidense Fox News ataca con dureza a Obama: Unas veces dice del gobierno que es próximo a los socialistas, otras sostiene que el presidente negro es "un racista con un profundo odio contra los blancos" o que su gobierno es el "el planeta de los simios". Pero el sábado su discurso parecía una homilía. "Este país lleva demasiado tiempo en la oscuridad", dijo.

(Atacar al gobierno de Obama llamándolo "el planeta de los simios" muestra la pitecofobia de la derecha religiosa. Aunque les duela los humanos estamos más cercanos a los simios que a cualquier otro organismo. Pero no es motivo de esta entrada)

Cuando Sarah Palin se dirigió a la multitud afirmó que "Tenemos que restablecer Estados Unidos, tenemos restaurar su honor". La conservadora se dirigió al público como "patriotas".

Durante la campaña presidencial anterior, Palling se manifestó a favor del creacionismo y de cerrar la posibilidad para que gays y lesbianas pudieran casarse. Palling se manifestó a favor de enseñar el "Diseño Inteligente" en las escuelas a la par de la biología evolutiva, somo si fueran teorías con igual evidencia a favor. “Enseñemos ambas, es decir, no hay que tener miedo a la información. El debate saludable es muy importante y muy valioso en nuestras escuelas. Mi opinión es que se enseñen ambas”, dijo

Palin también es una activa enemiga de los derechos de gays y lesbianas. Durante su candidatura se manifestó a favor de prohibir el matrimonio homosexual en todo el país, aunque señaló que su "mejor amiga es lesbiana".

En concreto dijo “En mi propio estado voté junto con la gran mayoría de ciudadanos la enmienda de nuestra constitución, aprovechando la oportunidad que tuvimos de definir el matrimonio como el que se produce entre un hombre y una mujer. Espero que a nivel federal sea esta la dirección que tomemos, ya que estoy en contra del matrimonio gay”.

Parece que el tener una amiga lesbiana (que lo dudo mucho) no es obstáculo para que esta señora le niegue los beneficios que ella goza.

Volviendo a la manifestación, debe comentarse que los defensores de las libertades civiles lamentaron que la derecha acudiera al simbólico monumento construido en honor del ex presidente Lincoln (1861-1865) precisamente el día que hace 47 años el pastor negro Martin Luther pronunciase su célebre discurso "Tengo un sueño".

Así pues se sirve en los Estados Unidos un peligroso cóctel de religión, patritismo y política, que otros países como Irán o la España de Franco ya han servido y bebido.

¿Y usted qué opina?

viernes, 27 de agosto de 2010

¿Por qué detesto a la madre Teresa de Calcuta?

El 26 de agosto, fecha del natalicio de la madre Teresa de Calcuta, es propicio para reflexionar sobre el lado verdadero de esta carismática y mediática monja.

El escritor Martín Caparrós, muestra a una mujer que consentía el dolor humano como experiencia para la salvación. Ella nunca proporcionó ayuda médica, ni creó una clínica a pesar de los millones que le llovieron. Tampoco criticó al sistema que generaba tanta pobreza, y se opuso a los métodos anticonceptivos en un mundo donde la sobrepoblación genera hambre y pobreza.

Algo me molestó desde el principio. Llegué al moritorio de la madre Teresa de Calcuta, en Calcuta, sin mayores prejuicios, dispuesto a ver cómo era eso, pero algo me molestó. Primero fue, supongo, un cartel que decía "Hoy me voy al cielo" y, al lado, en un pizarrón, las cifras del día: "Pacientes: hombres: 49, mujeres: 41. Ingresados: 4. Muertos: 2". En el pizarrón no existía el rubro "Egresos". En el moritorio de la madre Teresa, su primer emprendimiento, la base de todo su desarrollo posterior, no hay espacio para curaciones.

La señorita Agnes Gonxha Bojaxhiu, también llamada Madre Teresa de Calcuta, consiguió en sus últimos veinticinco años una fama y un apoyo internacional extraordinarios. Le llovieron medallas, donaciones, premios, subvenciones, todo tipo de dinero para que ayudara a los pobres del mundo. La señorita Bojaxhiu nunca hizo públicas las cuentas de su orden pero se sabe, porque ella se jactó de eso muchas veces, que fundó, con ese dinero, alrededor de quinientos conventos en cien países. Pero no fundó una clínica en Calcuta.

Hay un par de ideas fuertes detrás de todo eso. Sobre todo, la idea de que la vida —ellos dirían "esta vida", como si hubiera muchas— es un camino hacia otra, mejor, más cerca del Señor: si no fuera así, a nadie se le ocurriría dedicarse a que esa gente muriera mejor y, quizás, en cambio, pensarían en mejorar sus vidas. Y la idea de que el sufrimiento de los pobres es un don de Dios: "Hay algo muy bello en ver a los pobres aceptar su suerte, sufrirla como la pasión de Jesucristo —dijo la madre Teresa—. El mundo gana con su sufrimiento".

Por eso, quizás, la religiosa les pedía a los afectados por el famoso desastre ecológico de la fábrica Union Carbide, en el Bhopal indio, que "olvidaran y perdonaran" en vez de reclamar indemnizaciones. Por eso, quizás, la religiosa fue a Haití en 1981 para recibir la Legión de Honor de manos de Baby Doc Duvalier —que le donó bastante plata— y explicar que el tirano "amaba a los pobres y era adorado por ellos". Por eso, quizás, la religiosa fue a Tirana a poner una corona de flores en el monumento de Enver Hoxha, el líder estalinista del país más represivo y pobre de Europa.

Pero quizá no fue por eso que salió a defender a Charles Keating. Keating era un buen amigo de los Reagan —que recibió a la religiosa más de una vez— y uno de los mayores estafadores de la historia financiera norteamericana: el fulano que se robó, por medio de una serie de maniobras bancarias, 252 millones de dólares de pequeños ahorristas. Keating le había donado a la religiosa 1.250.000 dólares y le solía prestar su avión privado. Cuando lo juzgaron, la religiosa mandó una carta pidiendo la clemencia del tribunal para "un hombre que ha hecho mucho por los pobres". Fue enternecedor. Pero cuando el fiscal le pidió que devolviera la plata que Keating le había dado —robada a los pequeños ahorristas—, la religiosa no se dignó contestar nada.

En el moritorio de Calcuta, la sala de los hombres tiene quince metros de largo por diez de ancho. Las paredes están pintadas de blanco y hay carteles con rezos, vírgenes en estantes, crucifijos y una foto de la señorita también llamada madre con el papa Wojtyla. "Hagamos que la iglesia esté presente en el mundo de hoy", dice la leyenda.

En la sala hay dos tarimas de material con mosaicos baratos, que ocupan los dos lados largos: sobre cada tarima, quince catres; en el suelo, entre ambas, otros veinte. Los catres tienen colchonetas celestes, de plástico celeste, y una almohada de tela azul oscuro; no tienen sábanas. Sobre cada catre, un cuerpo flaco espera que le llegue la muerte.

El moritorio de la madre Teresa está al lado del templo de Khali y sirve para morirse más tranquilo, dentro de lo que cabe. La madre Teresa lo fundó en 1951, cuando un comerciante musulmán le vendió el caserón por muy poco dinero porque la admiraba y dijo que tenía que devolverle a dios un poco de lo que dios le había dado. Desde entonces, los voluntarios recogen en la calle moribundos y los traen a los catres celestes, los limpian y los disponen para una muerte arregladita.

—Los de las tarimas están un poco mejor y puede que alguno se salve.

Me dice Mike, un inglés de 30 con colita, tipo bastante freakie, que se empeña en hablarme en mal francés.

—Los de abajo son los que no van a durar; cuanto más cerca de la puerta, peor están.

En la sala se oyen lamentos pero tampoco tantos. Un chico —quizás sea un chico, quizás tenga 13 ó 35— casi sin carne sobre los huesos y una bruta herida en la cabeza grita Babu, Babu. Richard, grande como dos roperos, rubio, media americana, maneras de cura párroco en Milwaukee, comprensivo pero severo, le da unos golpecitos en la espalda. Después le lleva un vaso de lata con agua a un viejo que está al lado de la puerta. El viejo está inmóvil y la cabeza le cuelga por detrás del catre. Richard se la acomoda y el viejo repta con esfuerzo para que le cuelgue otra vez.

—Este está muy mal. Entró ayer y lo llevamos al hospital pero no lo aceptaron.

—¿Por qué?

—Por dinero.

—¿Los hospitales no son públicos?

—En los hospitales públicos te dan cama para dentro de cuatro meses. No sirve para nada. Nosotros tenemos una cuota de camas en un hospital privado cristiano, pero ahora las tenemos todas ocupadas, así que cuando fuimos nos dijeron que no. Acá no estamos en América; acá hay gente que se muere porque no hay cómo atenderla.

Richard me cuenta sobre uno que entró hace un mes con una fractura en la pierna: no lo pudieron atender y se murió de la infección. Y está dispuesto a seguir con más casos. Parece que acá no es tan raro que alguien se muera antes de los últimos esfuerzos.

—No podemos curarlos. No somos médicos. Tenemos un médico que viene dos veces por semana, pero tampoco tenemos equipos ni ciertos remedios. Lo que hacemos es confortarlos, cuidarlos, darles afecto, ofrecerles que se mueran dignamente.

Hay algo que me suena raro en todo esto. Richard le acaricia la cabeza al que insiste en colgarla; más allá, Mike le sostiene la mano a uno con un vendaje que le atraviesa el pecho. Los acompañan: no tienen un idioma común así que no pueden hablarse, o quizás no ganarían nada con hablarse. Richard va a buscar una sábana para tapar al viejo de cabeza colgante. Hace solo 35 grados y el viejo tiene frío. En Chicago, Richard estudia Medicina, pero ahora dice que no sabe si va a poder volver a soportar aquello. Y dice que tampoco podría soportar esto todo el tiempo, pero que no soportaría ser doctor y no atender a estos tipos. A veces llega un punto en que soportar es muy difícil. Richard es un Clark Kent buenazo con mentón imponente y es muy católico, familia de irlandeses, y dice que dios le va a decir qué hacer.

—O sea que no hay ninguna posibilidad de que lo atienda un médico.

—No.

-¿Y entonces?

—Y entonces se va a morir hoy o mañana.

Richard lo dice como quien dice: llueve. O incluso: quizás llueva. Debe ser difícil pronunciarlo así.

La señorita Agnes Gonxha Bojaxhiu, también llamada Madre Teresa de Calcuta, nunca se privó de dar sus opiniones. En Irlanda, por ejemplo, en 1995, un referéndum sobre el divorcio encendía pasiones. Irlanda era el último país de Europa sin divorcio, y los márgenes se anunciaban estrechos. Entonces la religiosa —que no tenía nada que ver con Irlanda— participó de la campaña pidiendo el voto en contra. Los divorcistas ganaron con el 50,3 por ciento. Pocos meses después, su nueva amiga, lady Diana Spencer, se divorció, y una periodista le preguntó qué opinaba. La señorita no tenía problemas: "Está bien que ese matrimonio se haya terminado, porque nadie era realmente feliz", dijo.

La señorita sabía aprovechar el halo de santidad que la rodeaba: los santos pueden decir lo que quieran, donde y cuando quieran. Todo está justificado por el halo. Y ella usaba esa bula para llevar adelante su campaña mayor: la lucha contra el aborto y la contracepción. Lo dijo muy claro en Estocolmo, 1979, mientras recibía el Premio Nobel de la Paz: "El aborto es la principal amenaza para la paz mundial". Y, para no dejar dudas: "La contracepción y el aborto son moralmente equivalentes".

En septiembre de 1996, el Congreso norteamericano le dio el título de ciudadana honoraria. Era la quinta persona en la historia que la conseguía. Dos años antes había organizado, en ese mismo recinto, una "plegaria nacional" ante Clinton, Gore y compañía. Ese día, su discurso fue belicoso: "Los pobres pueden no tener nada para comer, pueden no tener una casa donde vivir, pero igual pueden ser grandes personas cuando son espiritualmente ricos. Y el aborto, que sigue muchas veces a la contracepción, lleva a la gente a ser espiritualmente pobre, y esa es la peor pobreza, la más difícil de vencer", decía la religiosa, y cientos de congresistas, muchos de los cuales no estaban en contra de la contracepción y el aborto, la aplaudían embelesados. En su Calcuta, en la India, en muchos otros países, la superpoblación es causa principal del hambre y la miseria, y sus autoridades toman todo tipo de medidas para limitarla.

"Yo creo que el mayor destructor de la paz hoy en día es el aborto, porque es una guerra contra el niño, un asesinato del niño inocente. Y si aceptamos que una madre puede asesinar a su propio hijo, ¿cómo podemos decirles a otras gentes que no se maten entre ellos? Nosotros no podemos resolver todos los problemas del mundo, pero no le traigamos el peor problema de todos, que es destruir el amor. Y eso es lo que pasa cuando le decimos a la gente que practique la contracepción y el aborto".

Las jerarquías católicas lo dicen siempre, pero dicho por ella es mucho más eficaz. Aquella tarde, el cardenal James Hickley, arzobispo de Washington, lo explicó clarito: "Su grito de amor y su defensa de la vida nonata no son frases vacías, porque ella sirve a los que sufren, a los hambrientos y los sedientos...". Para eso, entre otras cosas, servía la religiosa. Por eso, entre otras cosas, su proceso de beatificación vaticana fue el más rápido de la historia de una institución que no suele apresurarse —que puede tardar, por ejemplo, cuatro siglos en pedir perdón por apretar a Galileo Galilei o asesinar a Giordano Bruno y tantos otros.

Así que ahora la señorita Agnes Gonxha Bojaxhiu —lo que quede de ella— debe estar en el paraíso de los beatos, un poquito más abajo del paraíso de los santos, con apenas menos felicidad eterna y menos olor a incienso y mirra y menos intimidad con su Señor pero bastante, pese a todo. La señorita fue una militante muy eficaz de una causa muy antigua: la del conservadurismo católico. Y fue, en el mejor de los casos, una versión mediática y actual del viejo modelo de la dama de caridad: aquella que se dedica a moderar los males causados por un orden que nunca cuestiona o que, en realidad, refuerza. Gracias a esos medios, al aparato de difusión de Roma, la señorita quedó instituida como gran encarnación actual del viejo mito de la bondad absoluta.

Todos —los países, los grupos de amigos, los equipos de voleibol, los grupos de tareas— necesitan tener un Bueno: un modelo, un ser impoluto, alguien que les muestre que no todo está perdido todavía. Hay Buenos de muchas clases: puede ser un cura compasivo, un salvador de ballenas, un anciano ex cualquier cosa, un perro, un médico abnegado, un pederasta con buena verba en púlpito: en algo hay que creer. El Bueno es indispensable, una condición de la existencia. Y el mundo se las arregla para ir buscando Buenos, entronizarlos, exprimirlos todo lo posible. Así que, pese a que algunos intentamos contar un poco de su historia, nadie lo escucha: es mejor y más cómodo seguir pensando que la señorita era más buena que Lassie. La señorita Agnes Gonxha Bojaxhiu, también llamada Teresa de Calcuta, consiguió ser la Buena Universal. Y consiguió, incluso, lo más difícil que puede conseguir una persona, un personaje: entrar en el lenguaje como síntesis o símbolo de algo. Decimos un Quijote cuando queremos hablar de un héroe destartaladamente franco; decimos un Craso cuando tratamos de definir a alguien riquísimo; decimos —desde hace unos años empezamos a decir— una madre Teresa cuando queremos significar que alguien es realmente bueno. Y así ha quedado registrada en nuestra cultura la señorita también llamada madre, amiga de tiranos y estafadores, militante de lo más reaccionario, facilitadora de la muerte.

¿Y usted qué opina?

Los médicos más religiosos discuten menos las opciones de tratamiento paliativo con sus pacientes.

Las creencias religiosas o la ausencia de ella influyen en la forma como los médicos atienden a pacientes terminales, según reportó BBC Mundo

La fe religiosa de un médico tiene una "fuerte influencia" en las decisiones que toma con sus pacientes terminales, revela una investigación.

Los médicos ateos o agnósticos -dice el estudio publicado en Journal of Medical Ethics (Revista de Ética Médica)- tienen más probabilidades de tomar decisiones que aceleren el fin de la vida de un paciente terminal que los médicos profundamente religiosos.

Y es menos probable que éstos últimos discutan con sus pacientes muy graves las opciones de tratamientos paliativos, descubrió la investigación llevada a cabo por la Universidad de Londres.

Los expertos afirman que estos resultados son "preocupantes" y revelan que es necesario poner más atención en cómo las creencias religiosas influyen en el cuidado médico.

Los investigadores llevaron a cabo una encuesta con más de 8.500 médicos en el Reino Unido, de los cuales respondieron unos 4.000.

Aunque los entrevistados practicaban una amplia gama de especialidades, la encuesta se centró en particular en los que estaban involucrados en la toma de decisiones de fin de vida, por ejemplo, en cuidados paliativos y con ancianos.

Se preguntó a los médicos sobre el tratamiento aplicado a su último paciente fallecido, si habían ofrecido una sedación profunda continua -o sedación terminal- hasta la muerte y si habían discutido con su paciente decisiones que, a su juicio, podrían acortar la vida.

También se les preguntó sobre sus creencias religiosas, origen étnico y su opinión sobre eutanasia y muerte asistida.

Aunque en el Reino Unido es ilegal suministrar medicamentos con la intención deliberada de poner fin a la vida de una persona, los médicos pueden administrar morfina y otros fármacos para aliviar el dolor o sufrimiento, pero este procedimiento -llamado sedación profunda terminal- puede tener un efecto para acortar la vida.

El Consejo Médico General (GMC, por sus siglas en inglés) -que regula la profesión en ese país- recomienda que las discusiones con el paciente terminal sobre su cuidado paliativo, que incluye la alimentación por sonda, hidratación y resucitación (los cuales pueden causar sufrimiento innecesario), deben iniciarse lo más temprano posible.

El GMC establece que aunque los médicos deben partir sobre la base de que la vida debe ser prolongada, esto no debe perseguirse a cualquier precio.



Comunicación con el paciente

Los resultados mostraron que los médicos que se calificaron a sí mismos como "muy o extremadamente no religiosos" mostraron 40% más probabilidades de practicar la sedación que los médicos religiosos.

Por otro lado, los que se describieron como "muy o extremadamente religiosos" mostraron menos probabilidades de haber discutido con sus pacientes las decisiones sobre su tratamiento paliativo.

Más de 12% de los médicos encuestados se describieron como "muy o extremadamente religiosos", pero sólo uno de cada cinco se descubrió como "muy o extremadamente no religioso".

Se encontró que los médicos dedicados al cuidado de ancianos tenían más probabilidades de ser hindúes o musulmanes, y los médicos dedicados al cuidado paliativo mostraron más probabilidades de ser cristianos, blancos y de describirse como "religiosos".

Pero en general, los médicos de raza blanca, que representaban el mayor grupo étnico de la encuesta, mostraron menos probabilidades de descubrirse con fuertes creencias religiosas.

Como señala el doctor Clive Seale, quien dirigió el estudio, las actitudes que muestra la encuesta reflejan el apoyo que existe actualmente para la legislación sobre eutanasia y muerte asistida ya que los especialistas dedicados al cuidado paliativo y los que tienen una fuerte fe religiosa se muestran más opuestos a ella.

Los médicos de origen asiático y de raza blanca se muestran menos opuestos a esa legislación que los médicos de otros grupos étnicos.

"Es necesario que haya un mayor reconocimiento sobre la relación entre los valores de los médicos y las decisiones que toman en la clínica" expresa el autor.


Preocupante

El profesor Mayur Lakhani, presidente del Consejo Nacional para el Cuidado Paliativo, afirma que estos resultados son "preocupantes".

"El entrenamiento básico para el cuidado paliativo debe ser obligatorio para asegurarnos de que hay una coherencia en la toma de decisiones, basadas en la mejor práctica y la evidencia actual", dice el experto.

"Las decisiones deben tomarse conjuntamente con las personas que están cerca de la muerte y sus seres cercanos".

Por su parte, la doctora Ann McPherson de la organización Dignity in Dying (Dignidad al Morir) afirma que aunque este estudio demuestra que todavía "hay mucho por hacer" para que los médicos tomen en cuenta los deseos de sus pacientes.

"El hecho de que por sus creencias religiosas algunos médicos no discutan con sus pacientes las posibles opciones para el fin de la vida es profundamente preocupante", señala la experta.

"Aunque tienen derecho de sus propias creencias, los médicos no deberían dejar que estás se interpongan en las decisiones para ofrecer un tratamiento paliativo centrado en el paciente", expresa.

¿Y usted qué opina?

jueves, 26 de agosto de 2010

Día del Orgullo Primate obtiene primera reacción creacionista en internet


Como bien comentaba Isaac Asimov, en el ensayo "Mirar a un mono largo rato", que recientemente publicamos en este blog, lo que a los creacionistas realmente les molesta de la evolución es que se meta con los orígenes humanos.

Encontre en Yahoo Respuestas una simpática (y muy mal redactada) pregunta digna de ser colocada en la sección de Cartas de la Edad Media de Sindioses.org

Por respeto a nuestros lectores me he permitido colocar la puntuación, tildes y mayúsculas al inicio de los párrafos.

Dice este creacionista:

¿Propuesta diabólica blasfémica?

Navegando en la red del Señor me tope con un articulo escrito por Satanás mismo en el blasfemico, pro-homosexual, pro-aborto y anti-familiar blog llamado Sin Dioses. Ha PROPUESTO que el 24 de noviembre de cada año sea celebrado el Día del Orgullo Primate.

Me parece una propuesta de por si retrograda y ciega ante la postura de que todos fuimos creados por gracia y obra del Señor, manteniendo una postura animal e irracional de que somos parientes de un MONO, yo en mi vida e estado emparentado con semejante bestia que no comprende los deseos del Señor.

A continuacion unos de los puntos blasfemicos de Satanás:

1. Nos sentimos orgullosos de ser miembros del orden de los primates. La inclusión en el grupo de los primates no es solo un aspecto taxonómico sino que revela también el parentesco evolutivo que tenemos con los demás primates.

6. Manifestamos que nos sentimos orgullosos de ser homínidos y de que nuestros parientes más cercanos sean los simios africanos. La anatomía comparada y la genética nos muestra esta relación filogenética y tal hecho no nos hace menos como seres humanos.

Aparte de ligarme con una bestia, con un animal, ahora pretenden hacernos creer que descendemos de los africanos que no tienen a Cristo en sus corazones. Despierten y hagamos algo contra estas desagradables, pervertidas ideas escritas por el mismo Satanás.

¿Y usted qué opina?

La Iglesia Católica renueva su mensaje

Una caricatura de Fernado Carpena en su tira Son&son

Uh... ¿Qué estará haciendo Sebastián en la cocina?

En fin... relax, Miguel... relax

Domingo a la mañana, el diario en la cama, un placer total.

A ver "luego de que la ley de matrimonio igualitario se aprobara en Argentina, el resto de Sudamérica desea sumarse a este gran paso"

La Iglesia Católica siguiendo su tradición se opone.

Voceros episcopales sostienen: "Luego de la vistoria de Satanás en Argentina la iglesia analiza profundos cambios en su proclama"

"Estamos trabajando en un discurso fresxo, renovado, novedoso, con argumentos poderosos..."

Obispo: Ya se! En vez de decir "vos" hay que decir "tu" No puede fallar

Sacerdote: La vistoria será nuestra!

Obispo: Calma Ramírez. Se que tanta innovación da vértigo pero perdamos la calma.

Filósofos prehistóricos

Una carictura sobre la religión en la prehistoria

- Oye, crees que algún día podamos explicarnos las enfermedades y los volcanes sin recurrir a los espíritus?

- No lo sé, pero esa idea no le gustaría a los chamanes. Imáginate. Ya no tendríamos que mantenerlos!

- Vaya uno a saber que historias investarían para evitarlo!

- Yo preveo la invención del "castigo eterno"

Iglesia Evangélica de Nicaragua se opone a campaña antidiscriminación

El Movimiento Feminista de Nicaragua inició una campaña con la colocación de pasacalles o mantas con mensajes como: "Juan está enamorado de Carlos, su amor no daña, tu rechazo sí..."

Esta campaña que busca luchar contra la homofobia en el país centroamericano despertó el odio de la Iglesia Evangélica de Nicaragua y otros conservadores.

El presidente de la Alianza Evangélica Nicaragüense (AENIC), Mauricio Fonseca, criticó el contenido de los mensajes, porque a su juicio promueven las relaciones homosexuales, lo que, según él, es el segundo paso para legalizar el matrimonio entre parejas del mismo sexo. El primero es la despenalización.

En el Canal 12 de la televisión el pastor se quejó: "Nos llama la atención que estamos viendo muchas mantas con fondo negro y están allí (colgadas) con un mensaje subliminal de que Juan está locamente enamorado de Daniel, que el otro está enamorado no sé de quién"

El pastor Fonseca dijo que los anuncios fueron ubicados en la entrada de los principales mercados de Managua, así como en la parte trasera de las unidades del transporte colectivo.

La líder del grupo feminista, Mirna Blandón dijo que "Las mantas lo que reivindican es el derecho de los hombres y las mujeres a decidir con quién les gusta estar” "El Movimiento Feminista está planteando el respeto que merecen hombres y mujeres para decidir sobre la autonomía de su cuerpo y lo que dañan son las posiciones conservadoras, fundamentalistas, de quienes lo juzgan y lo critican"

Blandón también añadió que los "pastores deberían de condenar la violencia contra las mujeres y los feminicidios".

El Gobierno nicaragüense creó recientemente la primera procuraduría especial de la diversidad sexual, que preside María Samira Montiel Sandino, para defender los derechos humanos de la comunidad LGBT

Esta funcionaría afirmó frente a las críticas de los evangélicos que "Vivimos en un país democrático, donde existe libertad de expresión y todo mundo tiene derecho en Nicaragua a expresar lo que siente, además estamos en un Estado que es laico”

Montiel Sandino, quien es abogada, felicitó a Argentina por la aprobación de la ley que autoriza el matrimonio entre parejas del mismo sexo. También admitió que la aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo en Nicaragua será un "proceso más largo"

Frente a una hipotética propuesta legislativa la diputada liberal Jamileth Bonilla también ofreció su voto a favor de una legislación que apruebe la unión entre personas del mismo sexo. Otra diputada a favor fue la diputada por el Partido Liberal Constitucionalista, PLC, María Dolores Alemán Cardenal, desde ya ofreció su voto a favor de la legislación, sin embargo, considera que Nicaragua “está a años luz” de establecer una normativa en ese sentido. Ambas recordaron que “el derecho al respeto ajeno es la paz”

Para el diputado del FSLN, Douglas Alemán, este derecho, es “algo inaceptable”. Mientras que el diputado de la Bancada Democrática Nicaragüense, BDN, Eduardo Montealegre, reaccionó diciendo que en “Nicaragua hay cosas más importantes de qué preocuparse”.

Los evangélicos cuentan también con representación parlamentaria, como Guillermo Osorno Molina y Salvador Talavera Alaniz, ellos se manifestaron en contra de la procuraduría especial de la diversidad sexual ya mencionada.

¿Y usted qué opina?

miércoles, 25 de agosto de 2010

Mirar a un mono largo rato

Un ensayo de Isaac Asimov de su obra "El milagro del Universo" traido a colación por la promoción del Día del Orgullo Primate

Mirar a un mono largo rato

Tengo la sospecha que si el hombre no estuviera implicado en la evolución biológica, no habría habido ningún problema en aceptarla.

Por ejemplo, es evidente para cualquiera que algunos animales se parecen mucho entre sí. ¿Quién negaría que un perro y un lobo se parecen en aspectos muy importantes? ¿O un tigre y un leopardo? ¿O una langosta y un cangrejo?

Hace veintitrés siglos, el filósofo griego Aristóteles agrupó a diferentes tipos de especies y confeccionó una «escala de la vida» en la que los clasificaba empezando por la planta más simple y subiendo escalones hasta llegar a los animales más complejos, con el hombre en la posición más elevada (como era de esperar).

Una vez hecho esto, en la actualidad podemos decir, con la ventaja que nos da la visión retrospectiva, que era inevitable que la gente se diera cuenta que cada tipo de especie se había transformado a partir de otra; que las especies más complejas se habían desarrollado a partir de las más simples; que, en definitiva, no sólo existía una escala de la vida, sino también un sistema mediante el cual las formas de vida iban subiendo por esa escala.¡Pues no señor! Ni Aristóteles ni aquellos que vinieron después de él durante más de dos mil años consideraron jamás la escala de la vida como algo no estático, sino dinámico y evolutivo.

Se creía que las diferentes especies eran permanentes. Podían estar divididas en familias y jerarquías, pero las formas de vida eran las mismas desde el primer momento. Se aseguraba que las similitudes existían desde el principio, y que ninguna especie evolucionaba hasta parecerse más —o menos— a otra con el paso del tiempo.

Tengo la impresión que esta insistencia en la inmutabilidad de las especies se debía, al menos en parte, a la incómoda sensación que, si se admitía la posibilidad del cambio, el hombre ya no podría considerarse como un caso único y se convertiría en «un animal más».

Con el dominio de la cristiandad sobre el mundo occidental, las opiniones sobre la inmutabilidad de las especies se hicieron aún más rígidas. El primer ensayo del Génesis describe la creación de las distintas especies vivas, diferenciadas en sus formas definitivas desde el principio; lo que es más, la creación del hombre se diferencia de la del resto de los seres. «Y dijo Dios: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza"...» (Génesis, 1, 26).

Ningún otro ser vivo fue hecho a imagen de Dios, lo que establecía una barrera infranqueable entre el hombre y el resto de los seres vivos. Cualquier opinión que llevara a suponer que las barreras entre las especies eran permeables, podía debilitar la fundamental barrera protectora del hombre.

Desde luego, habría estado muy bien que todas las otras formas de vida sobre la Tierra fueran tan enormemente distintas del hombre como para reflejar en el plano físico esta infranqueable barrera. Pero, por desgracia, aun en la antigüedad el mundo mediterráneo sabía de la existencia de unos animalitos llamados «monos».

Algunas de las especies de monos conocidas por los antiguos tenían pequeños rostros arrugados como de hombrecillos; sus manos eran a todas luces muy parecidas a las humanas y manipulaban las cosas con los dedos igual que los seres humanos, mostrando claramente una viva curiosidad. Pero tenían cola, y este hecho permitía a los hombres salvar el tipo. Es tan evidente que el ser humano no tiene cola y que la mayoría de los animales que conocemos sí, que esta diferencia parecía en sí misma el símbolo de la barrera insuperable entre el hombre y el mono.

En realidad, hay animales sin cola o con una cola muy corta, como las ranas, los conejillos de Indias y los osos; pero estos animales no constituyen una amenaza para la posición del hombre. Y sin embargo...

En la Biblia hay una referencia a un mono, para el que los traductores se sirvieron de una palabra determinada. La mención aparece en una relación sobre las empresas comerciales del rey Salomón: «...una vez cada tres años llegaba la flota de Tarsis, cargada de oro, plata, marfil, simios y pavos reales» (Reyes I, 10, 22).

Tarsis ha sido identificada a menudo como Tartesos, una ciudad de la costa española al oeste del estrecho de Gibraltar, que en época de Salomón era un floreciente centro de comercio, destruido por los cartagineses en el 480 a. C. Frente a las costas de Tartesos, en el noroeste de África, existía (y existe) una especie de mono del grupo de los macacos. Este macaco es el «simio» bíblico; posteriormente, cuando el noroeste de África formaba parte de la Berbería, los europeos llamaron a este mono «simio berebere».

El simio berebere no tiene cola, y por tanto se parece más al hombre que otros monos. En su escala de la vida, Aristóteles situó al simio berebere en el punto más elevado del grupo de los monos, inmediatamente por debajo del hombre. Galeno, el médico griego que vivió alrededor del 200 a. C., diseccionaba simios y demostró que su parecido con el hombre era también interno y no sólo externo.

A los antiguos les divertía y les molestaba el parecido del simio berebere con el hombre. Se dice que el poeta romano Ennio comentó: «El simio, la más vil de las bestias, ¡cómo se parece a nosotros!» ¿Era realmente el simio «la más vil de las bestias»? Objetivamente, desde luego que no. Lo que le hacía parecer vil era su parecido con el hombre y la consiguiente amenaza que suponía para el apreciado carácter único del hombre.

En la época medieval, cuando el carácter único y la supremacía del hombre se convirtieron en un dogma inatacable, la existencia del simio resultaba aún más irritante. Se le identificaba con el Diablo. Después de todo, el Diablo era un ángel caído y deformado, y bien podía el simio haber sido creado a su imagen, de la misma manera que el hombre había sido creado a la imagen de Dios.

Pero ninguna explicación lograba acabar con la inquietud que despertaba. El dramaturgo inglés William Congreve escribió en 1695: «Nunca podría mirar a un mono largo rato sin caer en humillantes reflexiones» . No es muy difícil imaginar que esas «humillantes reflexiones» estaban relacionadas con el hecho que el hombre podría ser considerado una especie de simio grande y algo más inteligente.

La Edad Moderna empeoró las cosas al dar la oportunidad al orgulloso europeo hecho a imagen de Dios de trabar conocimiento con otros animales, desconocidos hasta entonces, todavía más parecidos a él que el simio berebere.

En 1641 se publicaba la descripción de un animal que había sido traído de África y que se encontraba en Holanda, en un jardín zoológico perteneciente al príncipe de Orange. Por la descripción parece ser que se trataba de un chimpancé. También existían noticias sobre un gran animal parecido al hombre y que vivía en Borneo, el que ahora conocemos como orangután.

El chimpancé y el orangután eran también «simios» porque, al igual que el simio berebere, no tenían cola. En años posteriores, cuando se admitió que el chimpancé y el orangután se parecían más al hombre que a los monos, pasaron a ser denominados simios «antropoides» (parecidos al hombre).

En 1758 el naturalista sueco Carolus Linneo realizó el primer intento de clasificación cuidadosamente sistemática de todas las especies. Creía firmemente en la inmutabilidad de las especies, y no le preocupaba el hecho que algunas especies animales fueran tan parecidas al hombre: simplemente fueron creadas de esta manera.

Por tanto, no vaciló en situar en el mismo grupo a las diversas especies de simios y monos, incluyendo también al hombre, y en llamar a los componentes de ese grupo «primates», del latín «primero», ya que entre ellos estaba el hombre. Este término se sigue utilizando.

Linneo clasificó a los monos y simios en general en un subgrupo de los primates al que llamó Simia («simio»).

Para los seres humanos inventó el subgrupo Homo («hombre»), Linneo utilizaba un doble nombre para cada especie (lo que se conoce por «nomenclatura binomial»; en primer lugar, viene el apellido, como cuando se dice Smith, John, y Smith, William), así que los seres humanos disfrutaban de la denominación Homo sapiens (sabio, hombre). Pero además Linneo situó otro nombre en ese grupo. Tras leer la descripción del orangután de Borneo, lo llamó Homo troglodytes (habitante de cavernas, hombre).

«Orangután» viene de una palabra malaya que quiere decir «hombre de los bosques». La descripción de los malayos era más adecuada, ya que el orangután es un habitante de los bosques y no de las cavernas, pero en cualquier caso no puede ser considerado lo suficientemente próximo al hombre como para justificar su inclusión en el grupo de los Homo.

El naturalista francés Georges de Buffon fue el primero en describir a los gibones, a mediados del siglo XVIII. Se trata de un tercer tipo de simio antropoide. Los diferentes gibones son los antropoides más pequeños y menos parecidos al hombre. Por esa razón en ocasiones se dejan de lado, mientras el resto de los antropoides son conocidos como los «grandes simios».

A medida que se fueron clasificando las especies con más detalle, los naturalistas se sentían cada vez más tentados a romper las barreras entre ellas. Algunas especies se parecían tanto a otras que no existía ninguna seguridad que pudiera definirse una separación entre ellas. Además, cada vez había más indicios que muchos animales se encontraban en pleno cambio, por decirlo así.
Buffon observó que el caballo tenía dos «tablillas» a cada lado de los huesos de las patas, lo que parecía ser una señal que en alguna época tuvo tres líneas de huesos y tres cascos en cada pata.

Buffon sostenía que si era posible que los cascos y los huesos degeneraran, también podían hacerlo las especies en su totalidad. Quizá Dios había creado sólo determinadas especies que habían degenerado hasta cierto punto, dando lugar a otras especies adicionales. Si el caballo podía llegar a perder parte de sus cascos, ¿por qué no podría ser que algunos de ellos hubieran degenerado hasta transformarse en burros?

Como las especulaciones de Buffon se referían a lo que, después de todo, era la parte más importante de la historia natural centrada en el hombre, propuso la teoría que los simios eran hombres que habían degenerado.

Buffon fue el primero en hablar de la mutabilidad de las especies. Pero evitó el peligro mayor: el de sugerir que el hombre, hecho a imagen de Dios, había sido originalmente distinto, aunque si afirmó que el hombre podría transformarse en algo distinto. Incluso eso resultó demasiado, porque una vez que se traspasaban los límites en una dirección sería difícil hacerlos infranqueables en la otra. Buffon fue presionado para que se retractara, y así lo hizo.

Pero la idea de la mutabilidad de las especies no fue abandonada. Un médico británico, Erasmus Darwin, tenia la costumbre de escribir largos poemas de calidad mediocre en los que presentaba sus a menudo interesantes teorías científicas. En su último libro, Zoonomía , publicado en 1796, ampliaba las ideas de Buffon y proponía la teoría que las especies sufrían cambios a consecuencia de la influencia directa que el medio ambiente tenia sobre ellas.

El naturalista francés Jean Baptiste de Lamarck llevó aún más lejos esta teoría. Con la publicación en 1809 de La filosofía zoológica, se convirtió en el primer científico importante que adelantó una teoría de la evolución, describiendo con todo detalle cómo era posible, por ejemplo, que un antílope llegara a cambiar poco a poco, a lo largo de generaciones, hasta transformarse en una jirafa. (Darwin y Lamarck fueron víctimas del ostracismo de las instituciones de la época, tanto científicas como no científicas, a causa de sus opiniones.)

Lamarck se equivocaba en su concepción del mecanismo evolutivo, pero su libro dio a conocer al mundo científico el concepto de evolución, alentando a otros a descubrir un mecanismo que quizá fuera más viable.

El hombre que dio en el clavo fue el naturalista inglés Charles Robert Darwin (nieto de Erasmus Darwin), que se pasó casi veinte años recogiendo datos y dando forma a sus argumentaciones. Actuó así en primer lugar porque era un hombre meticuloso, y en segundo lugar porque sabía el destino que le esperaba a cualquiera que propusiera una teoría evolucionista, y quería desarmar al enemigo presentando unos argumentos tan sólidos como el hierro.

En su libro Sobre el origen de las especies por medio de la selección natural , publicado en 1859, evitó cuidadosamente toda mención al ser humano. Por supuesto, no le sirvió de nada. Era una persona amable y virtuosa, casi tan santo como cualquier clérigo del Reino, pero no habría sufrido ataques más virulentos de haber matado a su madre a mordiscos.

Sin embargo, las pruebas a favor de la evolución han seguido acumulándose. En 1847 el mayor simio antropoide existente, el gorila, fue, por fin, presentado ante los ojos de los europeos, y es el simio más impresionante de todos. Al menos, su tamaño contribuía a hacerle parecer más humano que ningún otro; casi sobrehumano.

Y después, en 1856, se descubrieron en el valle de Neander, en Alemania, los primeros restos fósiles de un organismo que era evidentemente más avanzado que ninguno de los antropoides vivos y claramente más primitivo que cualquier hombre viviente. Se trataba del « hombre de Neandertal ». No sólo el número de pruebas a favor de la evolución aumentaba continuamente, sino que se descubrieron las primeras evidencias que confirmaban que había habido una evolución del ser humano.

En 1863 el geólogo escocés Charles Lyell publicó La antigüedad del hombre , en la que esgrimía las antiguas herramientas de piedra como pruebas a favor de su teoría que el género humano tenía mucho más de los seis mil años de antigüedad que se le atribuían (y también al Universo) en la Biblia. También se convirtió en un firme defensor de la teoría darwiniana de la evolución.

Y, por fin, en 1871, Darwin extendió su teoría al hombre en su libro El origen del hombre.

Por supuesto, los antievolucionistas siguen acompañándonos hasta hoy en día, defendiendo su causa con ardor y firmeza. Recibo de ellos más cartas de las que en justicia me corresponden, así que conozco la naturaleza de sus argumentos.

Se concentran única y exclusivamente en un punto: el origen del hombre. No he recibido ni una sola carta en la que se defienda acaloradamente que el castor no está emparentado con la rata o que la ballena no desciende de un mamífero terrestre. A veces me da la impresión que no se dan cuenta que la evolución es aplicable a todas las especies. Únicamente insisten en que el hombre no, no, NO desciende de, ni está emparentado con, los simios o los monos.

Algunos evolucionistas intentan contestarles diciendo que Darwin no dijo nunca que el hombre descendiera de los monos; que ningún primate vivo es antepasado del hombre. Pero eso no es más que un matiz sin ninguna importancia. Según la teoría evolucionista, el hombre y los simios tienen algún antepasado común que no ha sobrevivido hasta hoy en día, pero que era una especie de simio primitivo. Si nos remontamos más en el tiempo, los diferentes antepasados del hombre tenían un aspecto inequívocamente simiesco; al menos para el lego en zoología.

Como evolucionista, prefiero enfrentarme a este hecho sin tapujos. Estoy perfectamente dispuesto a defender que el hombre desciende de los monos, que es la manera más simple de expresar lo que, en mi opinión, son los hechos.

Y también tenemos que mantenernos fieles a los monos desde otro punto de vista. Los evolucionistas pueden hablar de los «homínidos primitivos», del Homo erectus, el Australopitecos y de todo lo que quieran. Podemos utilizarlos como pruebas de la evolución del hombre y sobre la naturaleza del organismo del que desciende.

Tengo la sospecha que esto no convence a los antievolucionistas y que ni siquiera les preocupa demasiado. Parecen creer que el hecho que un montón de descreídos que se llaman a si mismos científicos encuentren un diente por aquí, un hueso de cadera por allá y un trozo de cráneo más allá y los recompongan como un rompecabezas, construyendo una especie de hombre-simio, no tiene ningún sentido.

Por las cartas que recibo y por los escritos que he leído, me da la impresión que el carácter emocional de los antievolucionistas se reduce a la cuestión del hombre y el mono, y a ninguna otra cosa más.

Me da la impresión que los antievolucionistas abordan el tema hombre-mono de dos maneras. Pueden defender firmemente la Biblia, declarando que está redactada por inspiración divina y que en ella se afirma que el hombre fue creado por Dios a su imagen a partir del polvo de la Tierra hace seis mil años, y que no hay más que hablar. Si adoptan esta postura, está claro que sus opiniones son innegociables, y no tiene sentido intentar negociar con ellos. Con una persona así podría hablar del tiempo, pero no de la evolución.

Un segundo camino es el que siguen los antievolucionistas que intentan encontrar alguna justificación racional para su postura; esto es, una justificación que no esté basada en la autoridad, sino que sea observable o comprobable experimentalmente y lógicamente argumentada. Por ejemplo, se puede afirmar que las diferencias entre el hombre y los demás animales son tan fundamentales que es impensable que puedan ser salvadas, y que es inconcebible que un animal se desarrolle hasta llegar a ser un hombre mediante la exclusiva actuación de las leyes de la naturaleza; que es necesaria una intervención sobrenatural.

Un ejemplo de estas diferencias insalvables seria la afirmación que el hombre tiene alma y que los animales no, y que un alma no puede desarrollarse mediante ningún proceso de evolución. Por desgracia, los métodos conocidos por la ciencia no son capaces de medir o detectar la presencia del alma. En realidad, ni siquiera es posible definir el alma a menos que se haga basándose en algún tipo de autoridad mística. Por tanto, este argumento no puede ser observado ni es comprobable experimentalmente.

En un plano menos exaltado, un antievolucionista puede argumentar que el hombre tiene el sentido del bien y del mal; que aprecia el valor de la justicia; que es, al fin y al cabo, un organismo moral y que los animales no lo son ni pueden serlo.

En mi opinión, esto es discutible. Hay animales que actúan como si amaran a sus crías y que llegan a dar su vida por ellas. Hay animales que cooperan entre sí y se protegen en caso de peligro. Esta conducta obedece a razones de supervivencia y es exactamente el tipo de actitud que los evolucionistas consideran probable que se desarrolle poco a poco hasta llegar al nivel que alcanza en el hombre.

Si se disponían a replicar que esta conducta aparentemente «humana» de los animales, es puramente mecánica y que es realizada sin intervención del entendimiento, volveremos a una discusión basada en las simples afirmaciones.

No sabemos qué es lo que ocurre en el interior del cerebro de los animales y, si vamos a eso, no tenemos ninguna seguridad en absoluto que nuestra propia conducta no sea tan mecánica como la de los animales, sólo que con un grado más de complicación y versatilidad.

Hubo un tiempo en que las cosas eran más fáciles que ahora, cuando la anatomía comparada estaba en mantillas y cuando era posible suponer que existía alguna enorme diferencia fisiológica que distinguía al hombre del resto de los animales. En el siglo XVII el filósofo francés Rene Descartes creía que el alma estaba, localizada en la glándula pineal, ya que aceptaba la idea, entonces bastante común, que esta glándula no se encontraba en ningún organismo excepto en el cuerpo humano.

Pero, ¡ay!, no es así. La glándula pineal está presente en todos los vertebrados y alcanza su mayor desarrollo en un reptil primitivo llamado tuatara. En realidad, ninguna parte de nuestro cuerpo es patrimonio del ser humano con exclusión del resto de las especies.

Vamos a ser más sutiles y a considerar la naturaleza bioquímica de los organismos. Aquí las diferencias son mucho menos marcadas que en la forma física del cuerpo y de sus partes. De hecho, los procesos bioquímicos de todos los organismos vivos presentan tantas similitudes, no sólo si comparamos al hombre con el mono, sino incluso con las bacterias, que de no ser por las ideas preconcebidas y el egocentrismo que define a nuestra especie, la evolución sería considerada un hecho evidente.

Tenemos que ser realmente muy sutiles y ponernos a estudiar los más finos entresijos de la estructura química de las omnipresentes y casi infinitamente versátiles moléculas de proteínas para llegar a encontrar algún rasgo que sea distintivo de cada especie. Después, gracias a las minúsculas diferencias de esa estructura química, se puede llegar a saber cuánto tiempo ha transcurrido aproximadamente desde que dos organismos se ramificaron a partir de un antepasado común.

Al estudiar la estructura de las proteínas no encontramos grandes brechas; las diferencias entre una especie y el resto no son tan enormes como para indicar que no habría habido tiempo para que esa divergencia se desarrollara a partir de un antepasado común a lo largo de toda la historia de la Tierra. Si existiera una diferencia tan marcada entre una especie y las demás, entonces esa especie en particular habría surgido de un glóbulo de vida primordial distinto al que dio origen a todo el resto. Aun así, esta especie habría evolucionado, descendería de otra especie más primitiva, pero no estaría emparentada con ninguna otra forma de vida terrestre. Pero repito que no se ha descubierto una diferencia tal y que no es probable que se descubra. Todas las formas de vida terrestre están interrelacionadas.

Desde luego, el hombre no está separado de otras formas de vida por alguna enorme diferencia bioquímica.

Bioquímicamente está dentro del grupo de los primates, y sus diferencias no son más acusadas que las de los otros miembros del grupo. De hecho, parece estar estrechamente emparentado con el chimpancé, cuya estructura proteínica es más parecida a la humana que la del gorila o el orangután.

Así que los antievolucionistas tienen que defendernos sobre todo del chimpancé. No cabe duda que si, como dijo Congreve, «miramos a un mono largo rato», en este caso a un chimpancé, tendremos que admitir que no existe ninguna diferencia vital entre él y nosotros, excepto el cerebro. ¡El cerebro humano es cuatro veces mayor que el del chimpancé!

Incluso esta considerable diferencia de tamaño es fácilmente explicable por la teoría del desarrollo evolutivo; sobre todo, teniendo en cuenta que los fósiles de homínidos tienen cerebros cuyo tamaño está a medio camino entre el del chimpancé y el del hombre moderno.

Pero es posible que un antievolucionista no considere dignos de atención los fósiles de homínidos y continúe afirmando que lo que cuenta no es el tamaño físico del cerebro, sino el tipo de inteligencia que opera a través de él.

Podría argumentar que la inteligencia humana sobrepasa de tal modo a la del chimpancé que cualquier posible relación entre las dos especies está totalmente descartada.

Un chimpancé no sabe hablar, por ejemplo. Los esfuerzos por enseñar a hablar a las crías de chimpancé no han tenido ningún éxito, por muy pacientes, hábiles y prolongados que hayan sido. Y sin el lenguaje, el chimpancé no es más que un animal; un animal inteligente, pero nada más que un animal. Con el lenguaje el hombre se eleva a las cumbres de Platón, Shakespeare y Einstein.

¿Pero no estaremos quizá confundiendo la comunicación con el lenguaje? No cabe duda que el lenguaje es la forma de comunicación más exquisita y eficaz que existe. (Nuestros dispositivos modernos, de los libros al aparato de televisión, transmiten el lenguaje de diferentes formas, pero sigue siendo lenguaje.) ... ¿Pero acaso se trata de la única posibilidad?

El lenguaje humano está basado en la capacidad humana de controlar los rápidos y delicados movimientos de la garganta, la boca, la lengua y los labios, que al parecer, están bajo el control de una porción del cerebro llamada «circunvolución de Broca».

Si la circunvolución de Broca resulta dañada por un tumor o un golpe, el ser humano sufre afasia y es incapaz de hablar y de comprender el lenguaje... Pero un ser humano que sufra de esta enfermedad sigue siendo inteligente y puede hacerse entender por gestos, por ejemplo.

La parte del cerebro del chimpancé equivalente a la circunvolución de Broca no es suficientemente grande o suficientemente compleja como para posibilitar la aparición de un lenguaje en el sentido humano. Pero, ¿y los gestos? Los chimpancés en estado salvaje se sirven de gestos para comunicarse...

En junio de 1966 Beatrice y Allen Gardner, de la Universidad de Nevada, escogieron un chimpancé hembra de un año y medio de edad a la que llamaron Washoe, y decidieron intentar enseñarle el lenguaje de los sordomudos. Los resultados les dejaron asombrados, a ellos y a todo el mundo.

Washoe aprendió con facilidad docenas de signos y los utilizó adecuadamente para comunicar deseos y expresar conceptos abstractos. Inventó modificaciones que también utilizó adecuadamente. Intentó enseñarles el lenguaje a otros chimpancés, y estaba claro que disfrutaba con la comunicación.

Otros chimpancés han sido entrenados del mismo modo. Algunos han aprendido a ordenar fichas imantadas sobre una pared de diferentes maneras. En estos ejercicios demostraron que son capaces de tener en cuenta la gramática, y cuando sus instructores construían deliberadamente frases sin sentido no se dejaban engañar.

Tampoco se trata de reflejos condicionados. Todas las pruebas indican que los chimpancés saben lo que están haciendo, del mismo modo que los seres humanos saben lo que están haciendo cuando hablan.

Naturalmente, el lenguaje de los chimpancés es muy simple comparado con el del hombre. El hombre sigue siendo el más inteligente con gran diferencia. Pero la proeza de Washoe demuestra que nuestra capacidad de hablar sólo se diferencia de la del chimpancé de manera cuantitativa y no cualitativa.

«Mirar a un mono largo rato.» No hay argumentos válidos, excepto los basados en alguna autoridad mística, que puedan negar el parentesco del chimpancé con el hombre o el desarrollo evolutivo del Homo sapiens a partir del Homo no sapiens.

¿Y usted qué opina?

Nuestros "primeros padres" simios

Una viñeta del caricaturista rumano Julián Penapai publicada en Toonpool.com

La expresión "primeros padres" que los creacionistas usan para referirse a Adán y Eva, no tiene sentido en la biología evolutiva, pues nuestro ancestro más lejano fue la primera célula viva.

Sin duda, nuestros antepasados en el Plioceno eran unos homínidos con cara "de simio" y andar ya bípedo.

Adán y Eva musulmanes

Una viñeta del caricaturista iraní Hamid Bahrami

Mantis orando

Una viñeta del caricaturista australiano Mark Lynch publicada en Toonpool.com

Mantis orando

"Gracias Señor por lo que estamos a punto de recibir"

martes, 24 de agosto de 2010

La colección "Vaya Timo" está disponible en Latinoamérica

La colección ¡Vaya Timo! es la primera colección escéptica española que fue elaborada gracias a la ARP- Sociedad para el avance del Pensamiento Crítico, y que cuenta ya con doce títulos.

Esta colección cuenta con las siguientes obras:

Los ovnis ¡vaya timo!
El creacionismo ¡vaya timo!
La sábana santa ¡vaya timo!
La parapsicología ¡vaya timo!
El Yeti y otros bichos ¡vaya timo!
Las abducciones ¡vaya timo!
La homeopatía ¡vaya timo!
Las falsas ciencias ¡vaya timo!
Los vampiros ¡vaya timo!
La astrología ¡vaya timo!
El más allá ¡vaya timo!
El feng-shui ¡vaya timo!
La religión ¡vaya timo!
La conspiración lunar ¡vaya timo!
El tarot ¡vaya timo!


La Editorial Laetoli, quien ha publica los anteriores títulos, está presente en América Latina a través de la exportadora de libros La Panoplia de Libros (www.panopliadelibros.com). La Panoplia trabaja con las mejores librerías y distribuidoras de cada país. (Atención: en Colombia los libros son distribuidos sólo por Siglo del Hombre, www.siglodelhombre.com)

Puedes pedir los libros de la colección ¡Vaya timo! (
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Jorge Waldhuter.
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info@boutiquedellibro.com.ar
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Bolivia

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Chile

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