lunes, 14 de febrero de 2011

Teólogos alemanes piden modernizar a la ICAR

El pasado 4 de febrero de 2011 se publicó en el diario alemán Süddeutsche Zeitung un manifiesto firmado por 144 teólogos de Alemania. En su manifiesto pedieron a la Iglesia Católica a abandonar el voto de celibato para los sacerdotes, abrir el clero para las mujeres y que acepten parejas homosexuales.

Las razones esgrimidas van desde el deseo de ponerse al día con la sociedad actual y evitar la pérdida de fieles que en Europa es parecido a la huída de una bandada tras los tiros de los cazadores. Y es que parte de los tiros lanzados son los escándalos de abuso sexual que han minado la confianza en la Iglesia Católica y deshabitado las bancas de las parroquias.

Los teólogos afirmaron que "la Iglesia Católica debe entender esos signos y esforzarse en superar sus rígidas estructuras para recobrar nueva vitalidad y credibilidad".

Creo que si la ICAR decidiera hacer caso a estas modernidades, nosotros los ateos y agnósticos militantes, tendríamos menos cosas que criticarle a la anquilosada iglesia. Pero, dudo mucho que se den en un corto plazo. A lo sumo se pondría fin al celibato obligatorio. Y eso no será pasado mañana.

El celibato católico romano, es una verdadera acción anti natural, que es justificada por la Iglesia Católica por imitar al Jesús de los evangelios aceptados (porque en el Evangelio de Felipe, no aceptado como "revelado" dice que Jesús se casó con María Magdalena), y otra, no tan noble, por sujeción a la ley del celibato, aprobada por el papa Calixto II el año 1123.

Es interesante que los medios de comunicación se centraron en el fin del celibato. Una voz que criticó este aspecto fue la periodista Carolina Sanin. Su columna en El Espectador comparto a continuación:

De los abusos de la Iglesia

La semana pasada la prensa informó sobre un documento firmado por teólogos alemanes, austriacos y suizos en el que se recomienda que la Iglesia católica reconsidere su posición frente al sacerdocio femenino, la participación de los fieles en la elección de obispos, el celibato de los ministros y el rigorismo moral.

Casi sin excepción, tanto en los titulares como en el cuerpo de los artículos, los medios europeos y americanos enfatizaron el que, a mi parecer, es el asunto menos relevante de los comprendidos en el documento, a saber, el matrimonio de los sacerdotes, y restaron importancia a la propuesta revolucionaria de la inclusión de mujeres en el oficio eclesiástico.

El énfasis es explicable desde el punto de vista mediático: se ha elegido el dato que mayor resonancia puede tener entre la sentimental multitud, y se ha resaltado la noticia con mayor capacidad de engendrar una nueva noticia; con lo último aludo a que es muy probable que la Iglesia sí decida abolir el celibato sacerdotal, un requisito que no sólo es tardío en su historia sino que también es regional (entre los sacerdotes del rito oriental, también sujetos al Vaticano, el matrimonio está permitido).

En cambio, es seguro que durante nuestra vida no se pondrá fin a la exclusión de las mujeres de la jerarquía eclesiástica, pues, como recordó el papa Wojtyla en la carta apostólica Ordinatio Sacerdotalis (1994), esta exclusión “significa la observancia de una disposición que hay que atribuir a la sabiduría del Señor del universo”. Que las mujeres se mantengan fieles a una iglesia que las aísla con la fuerza del dogma es algo que, ya acostumbrada al endémico síndrome de Estocolmo de que padecen mis congéneres, no me sorprende. Sin embargo, con ocasión de estas recientes noticias católicas, me viene a la mente el contraste entre el perpetuo debate nacional que el velo de las musulmanas suscita en Francia y el tupido velo que se tiende, en ese mismo país orgulloso de su laicismo (pero profundamente católico), sobre la discriminación de las católicas por parte de su iglesia, a pesar de que esta circunstancia atenta flagrantemente contra el —tan francés— principio de igualdad.

Pero, igual que la prensa la semana pasada, hoy no quiero hablar de eso. Lo que quiero es señalar, por una parte, la ingenuidad de los católicos que creen que tendrían una Iglesia menos gay si se aboliera el requisito del celibato, ignorando que el matrimonio heterosexual es un clóset mucho más cómodo y seguro que el sacerdocio, y, por otra parte, el error de los católicos que consideran que dejaría de haber abuso de menores en la Iglesia si a los sacerdotes se les permitiera casarse, como si la pedofilia fuera trastorno exclusivo de solteros y como si en los abusos sexuales no fuera más determinante la perversa estructura patriarcal que la abstinencia sexual.

Si yo fuera una teóloga alemana de ánimo reformista y preocupada por la pederastia entre los católicos, lo que haría sería recomendar, en primer lugar, la modificación del sacramento de la penitencia como se practica hoy en la Iglesia —por cierto, un invento más reciente que el del celibato entre los sacerdotes—, pues es en el espacio de la confesión, tanto según los testimonios de las víctimas como según el sentido común, donde se entabla la relación de sumisión absoluta del fiel al ministro y se propicia el abuso sexual. Y ya en ese rol de teóloga alemana, propondría luego la exclusión de los niños de todos los ritos de la Iglesia. Porque los lazos de la religión, igual que los del sexo, deben atarse de manera consensual; porque la imposición de obligaciones religiosas a menores de edad constituye una limitación de la libertad individual y un atentado contra el libre desarrollo de la persona; y porque el abuso del cuerpo ajeno es apenas una secuela en una institución donde el abuso contra la libertad del prójimo es la regla.

¿Y usted qué opina?

2 comentarios:

  1. optimo el articulo,de una caliad moral sublime,lo que demuestra que una mujer es infinitamente mas digna de tener autoridad moral,que toda la jerarquia catolica junta,y lo digo yo un varon

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  2. Este artículo da mucha lana q tejer...

    Todas las mencionadas reformas son necesarias, pero unas son más urgentes q otras.
    1. La abolición del celibato para sacerdotes católicos, seguramente disminuirá sus encuentros secretos con las feligresas. Incluso sería un aoportunidad para q formen una familia ejemplar en su comunidad, como ocurre con algunos sacerdotes anglicanos, evangélicos y de otros credos cristianos.
    2. Otro punto no menos álgico, es el celibato de las monjas... pese a q la iglesia no les permite ser sacerdotisas (como si un pene fuese algo indispensable para los actos litúrgicos), también sufren de esta aberrante imposición a contra natura. La opción del matrimonio para las religiosas, acabaría con su encierro monástico... pero sería el fin de sus pecados nocturnos, los encuentros sexuales furtivos con sacerdotes y seminaristas en los conventos ...evidencia de esto son los numerosos esqueletos fetales enterrados en varios de estos sitios. Sin mencionar las enfermedades de trasmisión sexual q esta forma de promiscuidad favorece, y el libertinaje en el q suelen incurrir las novicias disidentes.

    3. La exclusión de menores de las catequesis, grupos juveniles y demás actividades religiosas... eso aún es utópico, ya q los padres católicos defenderán a muerte su "derecho" a educar a sus hijos en la fe q profesan. Todavía más remota sería una prohibición del bautizmo a niños, teniendo en cuenta q lo reciben aún sin uso de razón.

    4. Y ni q decir de la aceptación de parejas homosexuales, de momento prefiero ni pensar en esa idea

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